Hoy no es día de pensar en aquellos regalos que podían ser, aquellos que ya pensabas que eran tuyos, no hoy es día de recordar días pasados llenos de diversión y...
ARBOLES
Felices arboles, con ramas traicioneras y vergas con malas intenciones.
Levanté la cabeza a tiempo de ver como se escurría entre las ramas de los árboles. ¡No podía perderlo de vista! Apoyé mi pie en la rama más baja y, con un poco de impulso, conseguí subir. Seguí trepando, procurando no perderlo de vista, hasta que… ¡PLOF!
Aterricé en un suave suelo, cubierto de hojas húmedas, que me dejaron empapada. Si, definitivamente no había sido una buena idea trepar a ese árbol para colarme en la casa abandonada, lo reconozco, pero no había más opciones. La puerta de acceso fue revestida cuando sus últimos propietarios murieron, y también estaba previsto tirar abajo la casa, pero el presupuesto no fue suficiente, y la abandonaron.
Tenía que pensar, quizás había algún agujero por el que colarme… Me levanté, cansadamente, percatándome que alguien me observaba desde las alturas del árbol por el cual acababa de ganarme una lucha de húmedas hojas y ramas rotas.
Sus ojos negros me miraban fijamente… Intenté levantarme, pero mis pies se enredaron en medio de la batalla. Al final acabaría resfriándome. Lo miré un último momento mientras avanzaba hacia la casa abandonada… Pero ya no estaba.
Volví a mirar. Definitivamente no había nada. Me pasó por la cabeza que a lo mejor me estaba volviendo loca, o que al caer me había dado en ella con alguna piedra o algo por el estilo, a estas alturas ya me esperaba de todo. Me pasé las manos por el pelo, todo parecía estar en orden. Mire al árbol por el que acababa de caer y empecé a escalar de nuevo.
Repetí mis movimientos anteriores, poniendo el pie en la rama, preparada para volver a subir, pero al oír un crujido, me eché atrás, temerosa que no volviera a aguantar mi peso. Me coloqué bien la mochila en el hombro, pues se me estaba cayendo, y se me ocurrió otra idea. Puede que esté vieja, y no sea muy resistente, pero habrá que intentarlo. Coloqué el pie entre las rejillas de la verja y…
- ¿Necesitas ayuda?
Casi me vuelo a caer del susto. Despacio, me vuelvo para ver quien me ha descubierto, rezando para que no sea un viejo guardián, ni ningún vecino curioso con poca faena. Para mi sorpresa, detrás de mi no había nadie.
Me estaba empezando a llegar un sentimiento de dejavu… No podría haber imaginado esa voz… Además, estaba segura que la había escuchado antes, aunque no era capaz de relacionarla. Pero bueno, ahora tenía que concentrarme, no podía pensar en eso, al otro lado de la verja, en la casa abandonada (empezaba a pensar que no tanto), me estaban esperando, y más valía no hacerles esperar…
Diez minutos me llevó llegar hasta la parte superior de la maldita verja, y poder cruzar al interior de lo que alguna vez había sido un hermoso patio. Fue una dura caída y mis pies doloridos por la escalada no lo aguantaron y me precipité hacia delante cayendo de narices en el césped húmedo después de un día de lluvia.
No sabía si estar orgullosa por haber cruzado al fin, aguantando ésa verja (de la cual me voy a acordar toda mi vida) o ponerme a gritar de desesperación. Mi único consuelo es que no me había torcido el tobillo, de momento. Vale, nunca se me han dado muy bien los deportes que digamos, pero tampoco me caía a cada paso que daba. Me levanté con una mueca de asco, intenté secarme la cara y miré la casa, sin ninguna verja de por medio.
[continuara]
Hasta aquí, ella sabe como sigue porque lo escribimos juntas. Quiero repetir esas tardes/noches, chispi para ti, feliz navidad.
Para todos los demás muñequitos también, no comáis demasiado turrón, con una copita de cava basta, quiero saber que os han regalado por navidades, y por último ¡FELIZ NAVIDAD!
Besines chispeantes!